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Microbioterapia, ¿qué es?

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En este artículo, vamos a explicarte en qué consiste la Microbioterapia y por qué es una estrategia que cada vez más profesionales de la salud incorporan en su práctica clínica diaria.

¿Qué pasa con los probióticos? ¿Son útiles en consulta? ¿En qué casos pueden utilizarse? Cuidar de nuestra microbiota es sinónimo de salud. Alimentarnos bien, huir del estrés crónico y hacer ejercicio físico son algunas de las pautas que más ayudan a nuestra comunidad microbiana intestinal a estar en perfecto equilibrio.

De la eubiosis a la disbiosis

La microbiota está formada por los billones de microorganismos (bacterias, hongos, virus, protozoos, arqueas…) que viven en nuestro intestino, pero también en otras partes de nuestro cuerpo: las mucosas, la piel, el ecosistema vaginal… Su presencia es esencial pues ejerce importantes funciones para nuestra salud, como la digestión de determinados nutrientes, la producción de ciertas vitaminas o la protección frente a patógenos; además, la microbiota tiene un papel en la maduración de nuestras defensas, siendo una aliada indiscutible de nuestro sistema inmunitario.

Sin embargo, para que pueda ejercer todas sus funciones, debe encontrarse en equilibrio, es decir, en eubiosis. Cuando la eubiosis se rompe, entramos en un estado de disbiosis, de desequilibrio, y nuestra salud se resiente, pudiendo contribuir al desarrollo de patologías y trastornos de diverso tipo.

Restaurar el equilibrio de la microbiota es posible y para ello, los profesionales de la salud cuentan con diversas herramientas que incorporan en su práctica clínica y que puede ayudar a pacientes que presentan problemas en su comunidad microbiana.

Es en este contexto donde los probióticos han adquirido importante relevancia, consiguiendo ayudar a personas con trastornos y problemas de salud a mejorar sus síntomas y su calidad de vida.

Microbioterapia, el uso profesional de probióticos

La OMS (Organización Mundial de la Salud) define los probióticos como microorganismos vivos que, administrados en una cantidad adecuada, confieren beneficios para el que los toma.

Los probióticos no están considerados fármacos, si no que entran en la categoría de complementos alimenticios, lo que permite su compra sin necesidad de receta. Debido a ello, muchas veces se ha caído en el error de la “automedicación”, sin tener en cuenta algunas características que deben cumplir los productos probióticos para ser utilizados como terapia.

  • Ser de origen humano. Para poder repoblar nuestra microbiota, necesitamos que los microorganismos probióticos sean de derivación humana y no animal, ya que en ese caso el cuerpo no los identificará como propios, no podrán formar colonias y, por tanto, los eliminaremos con las heces. Es decir, que su efecto en nuestro organismo será transitorio, no permanente.
  • Ser de IV Generación. La producción de probióticos fue optimizándose gracias a los años de investigación para hacerlos más eficientes. Por eso, es importante saber a qué generación tecnológica pertenece un probiótico, ya que los de IV Generación garantizan que todos los microorganismos que ingerimos lleguen vivos al área de colonización intestinal en la que deben actuar. Por un lado, al no estar microencapsulados se puede asegurar un número concreto de unidades formadoras de colonias en cada cápsula y, por otro, gracias a la tecnología utilizada en su producción pueden superar el ácido estomacal y no morir en plena transición.
  • Contener cepas específicas. Los efectos positivos de los probióticos en base a determinadas patologías o trastornos son atribuidos a las cepas que los contienen. Por tanto, ni todas las cepas microbianas tienen las mismas propiedades ni se deben tomar para las mismas situaciones clínicas. Conocer las cepas específicas con las que está formulado el probiótico nos permitirá saber si es el idóneo para según qué tratamiento. Además, entre los microorganismos existe de manera natural una competencia que debe tenerse en cuenta a la hora de repoblar nuestra microbiota, haciéndolo de forma secuencial.

Por todas estas razones, la toma de probióticos debe estar diseñada, pautada y supervisada por un profesional de la salud actualizado, que conozca la historia clínica del paciente, que comprenda qué objetivo busca cuando le recomienda probióticos a sus pacientes.

La Microbioterapia, por lo tanto, es la profesionalización de la administración de probióticos y hace referencia a la herramienta clínica que se basa en el uso terapéutico de probióticos humanos específicos de IV Generación. Tiene el objetivo de reequilibrar la microbiota del paciente, mejorando su situación clínica actual o apostando por una estrategia de prevención y de preservación de su salud sistémica.

Cómo aplicar la Microbioterapia: una formación continua

El empleo de la Microbioterapia no siempre es sencillo. Algunos profesionales de la salud todavía no están familiarizados con microbiota, los probióticos y buscan actualizar su conocimiento en torno a la disbiosis y su relación con la salud. A fin de cuentas, los mayores avances en torno a la microbiota se remontan a la última década y el uso de probióticos también lleva poco tiempo instalado en la práctica clínica diaria.

Por eso, desde Nutribiótica ofrecemos a través del Área Privada de la web formaciones mensuales con profesionales de la salud de primer nivel, que están en activo y que dedican parte de su trayectoria laboral al estudio y la investigación en microbiota.

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