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Depresión, microbiota y eje intestino-cerebro

Actualmente, uno de los campos que despiertan mayor interés en el estudio de las enfermedades mentales en general, y de la depresión en particular, es la conexión que existe entre el sistema nervioso central (SNC) y el tracto gastrointestinal, conocida como eje intestino-cerebro, término más recientemente ampliado a eje microbiota intestino cerebro.

¿Qué es la depresión y qué repercusiones tiene?

La depresión es un trastorno del estado de ánimo caracterizado por un sentimiento constante de tristeza o de indiferencia emocional, acompañado de una pérdida de intereses, un abandono de las actividades y una disminución o incluso desaparición de la capacidad de sentir placer. Para conocer más sobre ella, en este artículo analizaremos la relación entre depresión, eje intestino cerebro y microbiota.

La enfermedad de la que hablamos afecta a los sentimientos, los pensamientos y la conducta de quien la padece, y puede causar una extensa variedad de síntomas, tanto físicos como emocionales.

Existe una dificultad para poder llevar a cabo las actividades habituales de la vida cotidiana y, en los casos más graves, puede llevar al deseo de no querer seguir viviendo, con una pérdida del sentido vital y de la conexión con el entorno que te rodea.

La depresión es, probablemente, la enfermedad que más sufrimiento puede provocar a un ser humano. La mayoría de las veces se acompaña de ansiedad.

Según la OMS, la depresión es ya la principal causa de problemas de salud y discapacidad en todo el mundo, afectando a más de 350 millones de personas. Se estima que ya este año 2020 va a ser la segunda causa mundial de incapacidad, solo por detrás de las enfermedades cardiovasculares.

Otros datos de interés sobre la depresión

  • Contribuye de forma muy importante a la carga mundial de morbilidad.
  • Afectará a una de cada seis personas a lo largo de su vida, con una prevalencia del 9-20% de la población mundial.
  • Puede llevar al suicidio hasta en el 15% de los casos
  • Se considera un factor de riesgo para otras enfermedades como la cardiopatía isquémica.
  • En los últimos 20 años, las tasas de depresión se han incrementado casi un 20% a nivel mundial, sobre todo en países desarrollados.

¿Cuál es la causa de la depresión? Y cómo se relaciona con la microbiota?

Es una enfermedad compleja, multifactorial, que involucra una serie considerable de factores de riesgo que se relacionan unos con otros como:

  1.  Heredabilidad
  2.  Eventos estresantes
  3.  Alteraciones endocrinas, digestivas o del sistema inmune
  4.  Cáncer
  5.  Expresión anormal de numerosos genes involucrados en la respuesta al estrés, aprendizaje, plasticidad neuronal o memoria.

Los síntomas son muy heterogéneos, y varían mucho de una persona a otra. Se supone que existe una predisposición genética asociada con muchos genes con efecto aditivo, la cual interactúa con factores ambientales de riesgo (alimentación, estilo de vida, toma de medicamentos, eventos estresantes…).

No podemos olvidar el importante papel de la epigenética, que es este sistema de regulación de los genes que va a determinar que éstos se expresen o no se expresen en función de los factores ambientales, y que también es heredable, pero modificable.

Entre los candidatos más estudiados en la búsqueda de participantes involucrados en la etiopatogenia de la depresión destacaríamos:

Neurotransmisores

La regulación anormal o alteración de la circulación de unas sustancias cerebrales, encargadas de la neurotransmisión y neuromodulación, con la serotonina y noradrenalina como principales actores implicados y que más se han relacionado con los estados depresivos.

Sobre esta hipótesis se han focalizado prácticamente todos los tratamientos antidepresivos que existen actualmente en el mercado, que lo que pretenden es mejorar esta circulación de neurotransmisores entre las neuronas.

Pero estos tratamientos son limitados, muchas veces insuficientes, y las tasas de respuesta no son óptimas, además de ser tratamientos no exentos de efectos adversos.

Eje hipotálamo-hipofisario-suprarrenal

Este sistema endocrino regula la respuesta al estrés, y su actividad se ve disparada por la estimulación inflamatoria, física o psicosocial. Aunque la respuesta al estrés es un proceso normal, dirigido a mantener la estabilidad y/o la homeostasis, la activación del sistema de respuesta mantenida a largo plazo puede tener efectos peligrosos.

En depresión, este eje está fuertemente activado, dando lugar a una hipersecreción de cortisol durante un tiempo prolongado, que será causa de daño cerebral.

Neurotrofinas y Neurogénesis

Hay cambios en las vías de señalización neuronal (neurotrofinas) y cambios regionales complejos en el cerebro (neurogénesis). Esta hipótesis se sustenta en que se ha encontrado una disminución de los niveles de unas sustancias llamadas neurotrofinas, que son unas proteínas muy importantes porque controlan muchos aspectos de la supervivencia, el desarrollo y la función de las neuronas, tanto del sistema nervioso central como periférico.

También se han identificado varias regiones cerebrales involucradas en la depresión, como el córtex prefrontal, el hipocampo, y la amígdala, que muestran cambios en sus volúmenes respecto a la población sana.

Estrés oxidativo y disfunción mitocondrial

Están a asociados a disfunción vascular y cambios neurodegenerativos, que contribuirán a un aumento de la permeabilidad de la barrera hematoencefálica (BHE).

La BHE es un sistema de protección contra la entrada de sustancias extrañas al cerebro formado por una capa de células endoteliales que recubren los capilares cerebrales. Sirve para controlar y restringir el paso de sustancias tóxicas entre la circulación sanguínea y el fluido cerebral.

Si esta barrera se altera y aumenta su permeabilidad es posible la entrada de sustancias inflamatorias, perdiendo en parte la protección que esta barrera le da al cerebro. La permeabilidad de la BHE también se ha relacionado con la permeabilidad intestinal y la disbiosis intestinal.

Citoquinas, inflamación microbiota y depresión

Desde hace tiempo sabemos que la depresión es más frecuente en personas con enfermedades inflamatorias crónicas. La inmunoactivación conduce depresión en pacientes y en voluntarios sanos. Lo comentaremos seguidamente más en detalle, en relación también con la microbiota intestinal.

Los más recientes en llegar, pero que han llegado para quedarse, y de los que hablaremos a continuación.

La verdad es que se conocen muchos mecanismos involucrados, y cada vez tenemos más información sobre la interacción gen-ambiente, las vías neuroendocrinas, los neurotransmisores…

Pero también hay vacíos de información que a día de hoy aún impiden alcanzar una teoría unificada que integre todos los hallazgos que se van encontrando dependientes de sistemas tan variados.

La depresión es un síndrome complejo con un diagnóstico inespecífico. Lo que sí que parece es que tanto la inflamación crónica de bajo grado como el eje microbiota-intestino-cerebro van a ocupar un lugar muy destacado a la hora de dilucidar los mecanismos subyacentes a la depresión.

La inflamación crónica de bajo grado y su relación con la depresión

El reconocimiento de que la inflamación sistémica de bajo grado es un mecanismo fisiopatológico primario en enfermedades crónicas es uno de los descubrimientos científicos más importantes de la última década.

Aunque gran parte de la atención al rol de la inflamación en la enfermedad se ha enfocado hacia las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, la obesidad, el cáncer y las patologías neurodegenerativas, en los últimos años hay un creciente reconocimiento del papel que juega la inflamación también en las enfermedades mentales.

De esta manera, estas se añadirían a la lista de patologías en las que la inflamación está involucrada de una forma significativa, ya que también va a inducir neuroinflamación mediante diversos mecanismos complejos que se interrelacionan entre sí, para acabar afectando la correcta funcionalidad cerebral.

Por ello las tasas de depresión están aumentando de forma significativa y paralela al resto de las enfermedades occidentales.

Consecuencias de la inflamación crónica

Este estado de inflamación sistémica subclínica común en el origen de todas estas condiciones se caracteriza por la elevación en los niveles circulantes de citoquinas inflamatorias, así como aumento en la infiltración de macrófagos en tejidos periféricos.

Este escenario inflamatorio no induce lesión o pérdida de la funcionalidad en el tejido infiltrado, rasgo distintivo de un estado de inflamación sistémica de bajo grado.

Por el contrario, sí que predispone a un mayor riesgo de comorbilidades que comprometen la salud general y la calidad de vida. En el caso del sistema nervioso central (SNC), se produce una activación de la microglía en el cerebro, que son las células que forman el sistema inmune del SNC, con la consecuente neuroinflamación.

Causas de la inflamación crónica

Las causas principales de la inflamación crónica de bajo grado son las propias de nuestro estilo de vida actual, que se encuentra en discordancia con nuestra fisiología y nuestra genética. Entre las más contrastadas se encuentran:

  • Inactividad física
  • Obesidad (adiposidad visceral)
  • Estrés crónico
  • Déficit de vitamina D
  • Polución
  • Tabaco
  • Dieta occidental con comidas hipercalóricas y/o hiperlipídicas (alimentos con alta carga glucémica, grasas trans, productos refinados, etc.)
  • Estrés oxidativo
  • Alteraciones de la microbiota intestinal
  • Permeabilidad intestinal
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Eje Microbiota-intestino-cerebro: la depresión

Actualmente, uno de los campos que despiertan mayor interés en el estudio de las enfermedades mentales en general, y de la depresión en particular, es la conexión que existe entre el sistema nervioso central (SNC) y el tracto gastrointestinal, conocida como eje intestino-cerebro, término más recientemente ampliado a eje microbiota-intestino-cerebro.

Los estudios animales, y los más recientes en humanos, han confirmado que alteraciones cerebrales pueden afectar al funcionamiento intestinal y, a la inversa, alteraciones gastrointestinales pueden inducir cambios en el comportamiento, la conducta, el estado de ánimo, y también alteraciones a nivel neuroquímico. De esta manera, nos encontramos ante un sistema de comunicación bidireccional en la que hay varias vías de conexión, tanto directas como indirectas.

Microbiota intestinal como clave de señalización

En los últimos años se viene destacando la importancia que presenta la microbiota intestinal en el correcto funcionamiento de este eje, al ser la responsable de los eventos clave de señalización en esta “autopista de información”, que incluyen el nervio vago, metabolitos, la producción de neurotransmisores (serotonina, dopamina), vitaminas, nutrientes esenciales como los aminoácidos (en especial el triptófano), o los ácidos grasos de cadena corta.

A través de distintos mecanismos, la microbiota intestinal es capaz de regular el sistema inmune y la barrera intestinal, promoviendo de forma paralela el buen funcionamiento del sistema nervioso central (SNC) y periférico.

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Los microbios y el huésped viven en simbiosis. Sin embargo, ciertos eventos o circunstancias pueden causar un cambio en esta relación que conduce a la disbiosis o alteración de la microbiota intestinal, que se ha relacionado con la etiología de una inflamación sistémica de bajo grado, y de múltiples patologías como la obesidad, diabetes, asma, enfermedades inflamatorias intestinales o enfermedades mentales.

Así, dentro de esta comunicación, de forma creciente se está investigando el papel de la permeabilidad intestinal y la disbiosis intestinal en pacientes con depresión. Cada vez tenemos más estudios que confirman esta relación y demuestran la existencia de una microbiota intestinal alterada y un aumento de la permeabilidad intestinal en pacientes con depresión.

Permeabilidad intestinal y permeabilidad de la barrera hematoencefálica

Además de contribuir a crear un estado de activación inmune persistente de bajo grado y/o inflamación, el aumento de permeabilidad intestinal y la consecuente translocación del contenido del intestino a la circulación sistémica podría afectar la función del SNC, ya sea de forma local (afectación del sistema nervioso que hay en el intestino, el llamado segundo cerebro, con la liberación de mediadores neuroactivos), como sistémica (paso de estos mediadores neuroactivos a la circulación, para llegar al SNC, y estimulación del nervio vago).

También se ha postulado, como hemos señalado anteriormente, que cambios en la microbiota intestinal podrían alterar la permeabilidad de la BHE, con lo que se facilitaría la entrada de sustancias tóxicas o moléculas inflamatorias periféricas al cerebro, produciéndose una inflamación también a nivel de éste, además de su propia respuesta inflamatoria con la activación de la microglía, que podría ser causante de trastornos depresivos.

Como señalábamos, este sustrato inflamatorio que, por una parte, va a contribuir a la morbilidad médica de los pacientes con enfermedades mentales y, que a su vez, va a alterar la homeostasis intestinal y el eje microbiota-intestino-cerebro. De ahí la consecuente afectación directa del SNC, viene condicionado de forma mayoritaria por unos factores de riesgo causados por un estilo de vida “inflamatorio”, en el que la alimentación y el estilo de vida juegan un papel esencial.

Estos factores de riesgo son en gran parte modificables, unos llevan a los otros, y abordarlos desde estrategias de salud apropiadas es una necesidad que debe ser afrontada por los sistemas de salud sin más dilación.

¿Pueden los probióticos ayudar en mejorar la microbiota y la depresión?

Además de estos cambios necesarios la alimentación y el estilo de vida, sobre todo en relación al sedentarismo, reducción de niveles de estrés sostenido, contacto con la naturaleza o regulación de los ritmos circadianos, disponemos también de nuevas herramientas que nos pueden ayudar a mejorar la salud intestinal y con ello la salud mental en pacientes con depresión.

Algunas de estas nuevas estrategias terapéuticas son el tratamiento con pre y/o probióticos, los suplementos nutricionales, e incluso se ha postulado el trasplante de materia fecal.

La mayor evidencia reside en la Microbioterapia con probióticos humanos de IV Generación, que han demostrado que pueden ayudar de varias formas en pacientes con depresión. Sabemos que:

  1. Son capaces de favorecer la integridad de la mucosa intestinal a través de incrementar la expresión de mucina, reducir el crecimiento bacteriano, estimular la inmunidad de la mucosa, y sintetizar sustancias antioxidantes.
  2. Se ha demostrado en estudios con ratones que los probióticos son capaces de promover la plasticidad neuronal y prevenir la disminución de la regeneración de las neuronas inducida por el estrés crónico en algunas áreas cerebrales. Esto viene a confirmar la importancia de la microbiota intestinal en el eje intestino-cerebro.
  3. También comenzamos a tener varios estudios, cada vez más, que relacionan de forma inequívoca la disbiosis intestinal con la depresión, así como nuevos estudios de intervención con microbioterapia, modulación de la microbiota con probióticos, en depresión, con resultados todavía iniciales, pero muy prometedores.

Se nos abre un campo apasionante con nuevas herramientas para el abordaje de los trastornos depresivos después de muchos años y esto no ha hecho más que empezar.

microbiota depresion inflamacion intestino
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