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Sistema músculo-esquelético y Microbiota

¿Por qué la microbiota se relaciona con el sistema músculo-esquelético?

Cuando se habla del ser humano como un superorganismo, el objetivo es plasmar la enorme correlación que existe entre todos los sistemas, órganos y procesos que se producen en el cuerpo, evidenciando la necesidad de que los abordajes clínicos de los pacientes se enfoquen desde un punto de vista global. En este artículo, repasaremos la relación entre la microbiota y el sistema músculo-esquelético.

El avance de la Medicina ha permitido a los profesionales de la salud conocer qué hay más allá de una manifestación clínica. Es decir, les ha permitido entender «desde lo más sencillo», qué es lo que puede estar ocurriendo en la salud sistémica de una persona.

Así lo entiende el fisioterapeuta y director del Máster en Osteopatía Integrativa de la Universidad Camilo José Cela de Madrid, Álvaro Otero, uno de los expertos que ayer intervino en el webinar organizado por Nutribiótica sobre la microbiota y el sistema músculo-esquelético. «Hoy sabemos qué puede haber detrás de algo tan sencillo como una contractura».

¿Puede la microbiota estar relacionada con los músculos y los huesos?

La comunidad bacteriana que nos habita ejerce importantísimas funciones que van más allá de la homeostasis intestinal, abarcando el correcto funcionamiento de todos nuestros sistemas y también ayudando a que la salud de nuestros músculos y de nuestros huesos sea la óptima. Pero, ¿cómo? ¿Qué relación hay entre la microbiota y el sistema músculo-esquelético?

Fibras musculares y sistema metabólico

Las fibras musculares dependen estrechamente de la glucosa, por lo que, tal y como explicó Otero en su ponencia, cualquier tipo de trastorno del sistema metabólico que derive en problemas relacionados con su disponibilidad podrá generar patología. En nuestro sistema muscular existen dos tipos de fibras:

  • Las fibras tipo 1 son fibras lentas, dependientes de las grasas. En relación a ellas existen los transportadores GLUT1.
  • Las fibras de tipo 2 son rápidas, dependientes del sustrato energético de la glucosa y su transportador asociado es el GLUT4.

Cuando todo funciona correctamente, lo que hacemos al comer es almacenar glucosa. Para ello tenemos tres almacenes diferentes: el hígado, el músculo y los adipocitos, que van suministrando el glucógeno a la sangre. Los adipocitos son imprescindibles a medida que avanza este proceso nutritivo fisiológico.

Esa capacidad catabólica (de degradación de nutrientes) es clave para una buen funcionamiento del engranaje. Por eso, cuando se ve afectada la situación se complica y se crea el caldo de cultivo idóneo para la explosión de una inflamación.

La resistencia a la insulina

En aquellas personas que presentan problemas metabólicos suele existir resistencia a la insulina (RI). Cuando esto sucede, esa capacidad catabólica de la que hablábamos se ve muy reducida. La consecuencia de ello es la posible liberación de citoquinas proinflamatorias, cuyo impacto en la salud sistémica puede ser origen de múltiples patologías y trastornos.

En otro artículo de nuestro #NBlog, la médica endocrina África Villarroel explica la estrecha relación de la RI con la microbiota, dado que los pacientes que la tienen presentan una disbiosis caracterizada por:

  • Un descenso de la diversidad bacteriana;
  • La reducción de las bacterias productoras de butirato;
  • El crecimiento de bacterias gram-negativas;
  • Un importante aumento de patógenos;
  • Un crecimiento del ratio Firmucutes/Bacteriodetes.

En este contexto, Villarroel analiza en el artículo cómo modular la microbiota, utilizando probióticos de IV Generación, ayuda a romper el círculo vicioso de la RI, aumentando las bacterias buenas frente a los patógenos y mejorando el funcionamiento del tejido adiposo y la inflamación de bajo grado.

Volviendo al sistema músculo-esquelético, si se resuelve con Microbioterapia la RI, podremos mejorar la metabolización de la glucosa y de la grasa. De esta manera aumentan las fibras de tipo 1, mejorando la efectividad de los GLUT1 y redundando, finalmente, en una microbiota en eubiosis y, por tanto, en una mayor salud músculo-esquelética.

¿Degeneración del cartílago?

«Hasta hace poco, creíamos que el cartílago no se podía regenerar, pero ahora sabemos que sí», explicó Otero durante el webinar. Pero, ¿cómo se puede ayudar a recuperar un tejido que es avascular? Es necesario frenar su degeneración, yendo al origen y revirtiendo el foco que inicia esa degradación del tejido cartilaginoso.

Según el fisioterapeuta, al apenas tener irrigación en su parte interna, el cartílago busca otras maneras de nutrirse. Una de ellas tiene que ver con el proceso de hipoxia, en el que consigue entrar gracias a la existencia del transportador GLUT1. Pero como hemos visto, su eficacia se ve mermada en situaciones metabólicas patológicas, por lo que si no hay GLUT1 suficiente, el cartílago no podrá nutrirse correctamente y su degeneración será mayor.

Cepas probióticas para frenar la degeneración

Al igual que con el tejido muscular, corrigiendo los fallos del sistema metabólico podremos ponerle freno a la degradación precoz del cartílago. Para ello, pueden resultar de enorme eficacia diversas estrategias terapéuticas, como un ayuno intermitente, controlado y pautado por un profesional de la salud, o la Microbioterapia utilizando cepas específicas.

Por ejemplo, Otero señaló la eficacia del Bifidum longum para aumentar el colágeno de tipo II y la glucosamina, sustancias que participan en la buena salud del cartílago.

También destacó la capacidad del Bifidobacterium bifidum de reducir las lesiones de la estructura del cartílago. Otras bacterias como el Lactobacillus acidophilus o el Lactobacillus salivarius también ayudan a suprimir la degeneración del cartílago. Sin embargo, otras bacterias patógenas, como la conocida Porphyromonas gingivalis puede tener un impacto fatal no solo en la degradación del tejido cartilaginoso, sino en cualquier tipo de tejido, debido a las toxinas que produce.

Dado que el ambiente idóneo para el crecimiento de la P. gingivalis es la boca y su área, Otero no duda en la necesidad de tratar la microbiota oral, utilizando el Lautoselle, con una formulación específica para reparar la disbiosis bucal, dentro de una estrategia terapéutica individualizada para cada paciente.

El papel de los ácidos grasos de cadena corta (AGCC)

Los AGCC son fundamentales para aumentar la fuerza muscular o mejorar la resistencia de los corredores (en el caso del butirato). Los músculos de nuestro cuerpo cuentan con unos receptores específicos para captarlos, mejorando con ello la sensibilidad a la insulina y a la leptina y, con ello, optimizando el trabajo y la calidad de los transportadores de nutrientes.

Y como es sabido, los AGCC son sustancias que genera la microbiota, por lo que es de primer orden tener una composición bacteriana intestinal eubiótica. Esto permite tener disponibles altos niveles de AGCC con los que impactar de manera beneficiosa en el correcto funcionamiento del sistema músculo-esquelético.

acidos grasos y sistema muscular

El tiempo, la clave de toda inflamación

Una de las cuestiones en las que centró su intervención, Antonio Carmona, también fisioterapeuta es en el tiempo. «El timing de un proceso inflamatorio es muy relevante», explicó, «porque el ser humano no está preparado para una inflamación mantenida en el tiempo».

Cuando nuestro cuerpo activa una respuesta inflamatoria como resultado de una irrupción dolorosa o patológica, se activa nuestra sistema inmune y los nutrientes realizan su función a través de su apertura. Sin embargo, si ese proceso inflamatorio no se resuelve y se mantiene silencioso acaba desencadenando una patología crónica en el paciente.

Permeabilidad intestinal e inflamación

Esta inflamación crónica de bajo grado desequilibra la microbiota y favorece la hiperpermeabilidad intestinal, generando traslocaciones bacterianas que activan citoquinas proinflamatorias, como la interleuquina-1-β.

Por tanto, hay una relación absolutamente directa entre el equilibrio metabólico, la sensibilidad a la insulina y la inflamación crónica, tres patas que impactan sobre los tejidos musculares y óseos.

De esta manera, incorporar la Microbioterapia (modulación de la microbiota con probióticos humanos de IV Generación) en la estrategia terapéutica de la fisioterapia marcará un importante cambio en el abordaje clínico de los pacientes con patologías relacionadas con el sistema músculo-esquelético.

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